2013/01/07

Construyendo historias: La Isla Misteriosa (parte III)

Autor: Egoi Agirre
2º curso del Grado de Educación Primaria
E.U. Magisterio de Donostia
UPV/EHU


(Esta historia empieza aquí)
(Y sigue aquí)

Pero Dalia era consciente de que para poder ir junto a sus nuevos amigos tenía que llevar  la isla con ellos. No era una misión nada fácil, ya que al igual que había aparecido la isla desde el fondo del mar, se podía esconder de nuevo entre las olas de un momento a otro. Para ello solo había una solución: contactar con el Dios de la isla: el Dios Bakar.

Pero contactar con él no era fácil y Dalia se temía que con tanta gente alrededor Bakar optara por no hacer acto de presencia. Es más, era muy probable que con tanta gente en la isla Bakar se sintiera incómodo y optara por esconder la isla de nuevo entre las mareas. Tenía que contactar lo antes posible con él. Ahí estaba la llave para poder transportar la isla hacia el pueblo costero de Euskal Herria, el misterioso país costero de donde decían que eran los nuevos amigos de Dalia, Aitor y Eneko.

Mientras todos los presentes hacían todo lo posible por recolectar la mayor cantidad de lianas para poder trasladar la isla, Dalia llamó a Aitor y Eneko.

- Amigos, os tengo que decir una cosa. Solo hay una opción para poder trasladar la isla: tener el beneplácito del dueño de la isla,  del Dios Bakar, ya que, de lo contrario, nos resultará imposible trasladarla por muchas lianas que recolectemos y mucha fuerza que tengamos. Para ello debo acudir al escondite secreto a pedirle permiso. No digáis nada a los marineros y tampoco al Capitán Elron hasta que vuelva.

Mientras los demás trataban de conseguir el mayor número de lianas, Dalia acudió al escondite secreto donde solía tener conversaciones muy aisladas con el Dios Bakar. Nada más llegar al escondite secreto, Bakar ya le estaba dando la bienvenida como si estuviera esperándola.

Imagen de Egoi Agirre


- Hola Dalia, creo que me quieres decir algo ¿verdad?
- Hola Dios Bakar. Pues la verdad es que sí. Exactamente vengo a pedirte un favor.
- Dime Dalia. Aquí me tienes. Sabes que siempre estoy dispuesto a escucharte y si te puedo echar una mano en algo, muchísimo mejor.

Dalia no sabía cómo le sentaría al Dios Bakar el querer trasladar la isla a otro lugar del planeta y el nerviosismo se apoderó de ella. Fue el propio Dios Bakar quien, percatado de que la niña se encontraba muy nerviosa, volvió a repetirle que él siempre estaría dispuesto a ayudarla y que no se sintiera incómoda por pedirle un favor. Al fin y al cabo, el Dios era consciente del cariño que había demostrado Dalia al entorno de aquella isla mágica, y en especial en el cuidado de los frutos de la alegría.

En ese instante, Dalia sintió dentro de ella un alivio que le impulso a solicitar el permiso para el traslado de la isla al país de Aitor y Eneko, a Euskal Herria. Dalia reiteró al Dios Bakar la ilusión que le haría poder seguir junto a los nuevos amigos, ya que en su vida diaria se sentía muy sola y quería tener la opción de jugar asiduamente con los amigos, lo cual no pudo hacer hasta ese momento.

El Dios Bakar no acogió de muy buen agrado la petición de Dalia al principio. Pero al mismo tiempo, era consciente de que al igual que todos los niños y niñas de su edad, Dalia debía jugar y ser feliz junto a sus amigos y qué mejor que otorgarle dicha petición. Después de pensárselo durante un buen rato, El Dios Bakar accedió a la petición de Dalia pero con una condición: que el cuidado de los árboles que abastecían los frutos de alegría siguiera en manos de ella. De esa forma, Bakar seguiría siendo el dueño de la isla y Dalia seguiría cuidando los árboles de la isla.

A Aitor y Eneko se les estaba haciendo eterna la espera. Incluso el perro Loti parecía percatarse de la situación, a tenor de los ladridos que parecían no tener fin. Habían conseguido reunir cantidad de lianas pero sabían que no servirían de nada a no ser que el Dios Bakar diera el beneplácito al traslado. En el momento en que el capitán Elron se dirigía a Aitor y Eneko para preguntarles a que esperaban para zarpar con la isla a cuestas, apareció Dalia con los brazos en alto y gritando de alegría.

- ¡Sí, sí, sí! ¡Tenemos el permiso del Dios Bakar!
Imagen de Egoi Agirre


Nada más escuchar a Dalia, terminaron los ladridos de Loti y tanto los marineros como los niños se pusieron manos a la obra para poder remolcar la isla misteriosa a Euskal Herria.

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