2013/01/06

Construyendo historias: La Isla Misteriosa (parte II)

Autor: Aitor Errazkin
2º curso del Grado de Educación Primaria
E.U. Magisterio de Donostia
UPV/EHU


(Esta historia empieza aquí)

Aitor, Eneko y Loti se dirigieron a la proa del barco, donde se encontraba el capitán, observando a un grupo de delfines que les acompañaba en el viaje.

Aún no me he presentado como es debido. Mi nombre es Elron. Capitán Elron.- les dijo.
– ¡Mucho gusto, capitán! ¿Sabe usted cuál es la dirección hacia la isla misteriosa?- le preguntaron.
–No.- Dijo el capitán –Pero tranquilos… La isla nos encontrará a nosotros.
– ¿De verdad? ¿Y cuándo?- insistieron
– No lo sé… Por eso es misteriosa… - respondió el capitán.
Imagen de Aitor Errazkin

De repente, el mar comenzó a burbujear como si de un gran jakuzzi se tratara, y una gran isla apareció en medio del océano. Los piratas, que no resultaron ser tan bravos como aparentaban, decidieron quedarse a la espera de Aitor, Eneko y Loti que desembarcaron en la isla y se adentraron en la selva en busca de los frutos de la alegría. Mientras buscaban los extraños árboles, encontraron a una niña que estaba sola y triste. A la niña se le dibujó una sonrisa al verlos.

-Hola. ¿Quiénes sois? Yo me llamo Dalia, vivo en la isla, y me encargo de cuidar la isla y los frutos de la alegría que crecen es estos árboles.

- ¿De verdad? Nosotros somos Eneko y Aitor, y el perro se llama Loti. Venimos desde Euskal Herria, en busca de tus frutos, porque allí hay mucha gente que lo está pasando realmente mal, y no vive contenta. Y tú, Dalia, ¿vives aquí sola?

- Sí… Sola y triste, ya que todos los que llegan a la isla se van nada más coger los frutos…

- ¡Pues ven con nosotros! – Le propuso Aitor.

- Pero no puedo dejar la isla sola, porque nadie cuidaría de los árboles, y los frutos de la alegría se acabarían…

Aitor y Eneko se quedaron pensativos. Su intención era buena, pero Dalia tenía razón. No podían dejar la isla abandonada a su suerte. Sería un gesto demasiado egoísta.

Mientras ellos hablaban, Loti apareció ladrando con una gran liana entre los dientes. Eneko le sonrió, pero no era momento para juegos.

– Déjalo, Loti, estamos pensando- le dijo al perro.

Pero Loti seguía ladrando, cada vez más enérgicamente, como si quisiera decirles algo. Aitor lo comprendió enseguida. Loti no solo quería que Dalia fuera con ellos, ¡quería llevarse también la isla! Parecía una locura, pero si en la isla hubiera más lianas y los piratas estuvieran por la labor de echar una mano, intentarlo merecía la pena.

Los cuatro corrieron a la playa y le comunicaron la idea al capitán Elron, que enseguida envió a toda la tripulación a la selva en busca de más lianas. Había que hacerlo pronto, ya que el mar podía empezar a burbujear de nuevo en cualquier momento, y la isla desaparecer del mismo modo que se les había aparecido. Aitor estaba nervioso, pero Dalia no lo estaba menos. Su soledad estaba a punto de pasar a la historia, gracias a sus nuevos amigos.

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