2013/01/07

Construyendo historias: La Isla Misteriosa (parte IV, fin de la historia)

Autor: Imanol Santamaria
2º curso del Grado de Educación Primaria
E.U. Magisterio de Donostia
UPV/EHU


(Esta historia empieza aquí)
(Y sigue aquí)
(Aquí está la III parte)


Una vez sujetada la isla al galeón, el capitán Elron ordenó levar anclas y comenzar el tan ansiado y largo viaje a casa. Ya en camino, Aitor y Eneko aprovecharon para preguntarle a Dalia cómo había sido la vida en la isla y ella les respondió:

- Tranquila pero a la vez entretenida, ya que el cuidado de los árboles de la fruta de la felicidad es un trabajo laborioso y constante del que hay que estar muy pendiente.

- Pero, ¿cómo te las apañabas para poder sobrevivir? - pregunto Aitor.

- El Dios Bakar me ayudaba en todo lo que podía. Él me decía que siempre y cuando los árboles de la fruta de la felicidad estuvieran bien cuidados a mí nunca me faltaría de nada– respondió con tono triste, - pero se olvidó de lo importante que es estar acompañado, pero claro, como él es un Dios, me imagino que no sabrá lo que es estar solo- respondió.

Así, conversando, pasaban los días con sus respectivas noches hasta que en la noche del decimoquinto día, Loti empezó a ladrar, entonces, repentinamente el capitán Elron con cara desencajada entró en el camarote de los muchachos avisando que se encerraran allí con llave y que no salieran a la cubierta del barco porque les estaban siguiendo unos piratas.

- ¿Qué quieren esos piratas? - preguntó Dalia,

- Dinero y joyas.

- Y ¿qué vamos a hacer?- preguntó Eneko.

- La única opción que tenemos de salir con vida de esta situación es desprendiéndonos de la isla- dijo el capitán Elron, preocupado.

- ¡No!- dijo Aitor, - ¡lucharemos!

- Somos muchísimos menos y además ellos están armados hasta los dientes, por lo que no tenemos otra solución que soltar la isla y aprovechar el viento a favor para escapar.

Dicho eso, el capitán se marcha del camarote para dar la orden de cortar las lianas que unían el galeón a la isla.

- ¿Y ahora, qué vamos a hacer? - preguntó Aitor muy tristemente mientras se abrazaba con Eneko y Loti llorando, viendo como la única oportunidad que tenían de devolver la felicidad a su pueblo y su gente se desvanecía poco a poco.

De repente, el ruido de una escotilla les asusta y ven cómo Dalia salta al mar.

- ¿Qué haces, Dalia? - pregunta Aitor, pero este no recibe contestación alguna, por lo que decide saltar e ir en busca de su nueva amiga, pero aparece la mano del capitán Elron impidiendo que saltara al mar.

- ¡No! - grita Aitor, - déjame saltar, quiero ayudarla.

- Pero no te das cuenta de que no van por la isla, sino que vienen por nosotros, no le va a pasar nada, estará bien, tranquilo.

Pero en ese justo momento, mientras Aitor y el capitán Elron discutían, salta Loti por la escotilla y cae al mar. Aitor, desesperado, empieza a gritar a su fiel amigo Loti, pero este va nadando rumbo a la isla. El capitán consigue tranquilizar a Aitor explicándole que una vez que consigan dejar atrás a los piratas se esconderán para luego volver a por ellos.

Y así fue: aprovechando la fuerza del viento consiguieron perder a los piratas que iban en busca de su dinero y joyas. Pero, ese viento que anteriormente les había ayudado, se convirtió en un fortísimo temporal al que por desgracia no podían hacer frente perdiéndose en el mar y acabando con toda esperanza de poder volver a rescatar a sus amigos perdidos.

Tras varios días navegando a la deriva en el horizonte, por fin ven tierra. La mayoría estaban muy contentos porque inexplicablemente habían sobrevivido a los piratas y al temporal, pero nuestros amigos Aitor y Eneko echaban de menos a Dalia y Loti, por lo que su regreso a casa era agridulce.

Al llegar al puerto todo el pueblo estaba esperándoles. Aitor y Eneko, aunque asombrados con tal recibimiento porque se habían escapado sin decir nada a nadie, corrieron a los brazos de sus respectivas familias. Iñaki, el padre de Aitor, le cogió en brazos y le dijo que estaba muy orgulloso de lo que había hecho y que gracias a él, la gente del pueblo volvía a ser feliz. Entonces Aitor le dijo:

- Pero Aita, si no ha servido para nada, y encima hasta he perdido a Loti...

- No, hijo no, lo que has hecho es maravilloso…

De repente se oyen unos ladridos:

- ¡Loti! -, gritó Aitor - ¿qué haces tú aquí?, pensaba que te había perdido para siempre, ¿y Dalia?

- Aquí está, hijo mío - dijo Edurne, madre de Aitor.


Los tres se fundieron en un enorme abrazo.

Dalia empezó a explicarle cómo habían llegado hasta allí. De cómo el dios Bakar les había ayudado y de cómo hizo prometer a todos los habitantes del pueblo que tenían que cuidar de esa isla y de esos árboles como si fueran de ellos.

Imagen de Imanol Santamaria

Poco después, un sonido metálico despierta a Aitor de su maravilloso sueño. Tumbado encima de la cama reflexiona sobre lo vivido en el sueño y se da cuenta de que lo que verdaderamente da la felicidad es tener ilusión por algo, desear algo y saber que se puede conseguir todo aquello que se desea.

FIN

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