2012/11/08

Construyendo historias: Érase una vez... (parte 2), de Raquel Echarri

Autora: Raquel Echarri
2º curso del Grado de Educación Primaria
E.U. Magisterio de Donostia
UPV/EHU

(Esta historia comienza aquí)

A pesar de que la niebla y el mal tiempo le impedían ver con claridad, se abrochó bien el abrigo y continuó avanzando, preguntándose dónde coincidiría con su hermana.

La lluvia cada vez era más densa e incluso comenzaron a caer algunos rayos. Daba un poco de miedo, pero estaba acostumbrada a las tormentas, ya que en sus viajes por el mar habían sufrido unas cuantas .

- ¿Dónde estará Rosa? - se preguntaba mientras avanzaba con paso ligero.

Hoy el colegio parecía estar más lejos de lo habitual. Viendo que la tormenta no amainaba, Margarita decidió apartarse del camino y buscar refugio hasta que el tiempo mejorara un poco.

Entre los árboles, vislumbró una pequeña cueva y decidió refugiarse en ella.

- Llegaré tarde, pero no me mojaré tanto - pensó.



Mientras tanto, su hermana Rosa había llegado al colegio y empezó a extrañarle la tardanza de su hermana, pero no le dio mayor importancia.

En la cueva, Margarita seguía esperando a que el tiempo cambiara pero lejos de eso, cada vez la situación iba a peor.

De repente, una gran oscuridad envolvió todo su alrededor, todo empezó a girar…..

- ¿Qué ha pasado? - se preguntó mientras se levantaba un poco aturdida.

- He debido de quedarme dormida. He de darme prisa, si no, la profesora se va a enfadar mucho conmigo - pensó.

Cuando salió de la cueva, cuál fue su sorpresa al ver que hacía un día espléndido. El sol brillaba con fuerza, y el cielo estaba completamente azul. No había rastro alguno de la tormenta.

Retomó el camino hacia la escuela y conforme avanzaba percibía algo extraño a su alrededor. Su ropa estaba seca y limpia, todo brillaba, las flores y campos tenían más colorido.

Daba la sensación de que estaba en otro lugar. Incluso se cruzó con varias personas, que le saludaron efusivamente.

- ¡Adiós, Margarita! - le dijeron.

Todo le resultaba extraño, ya que otros días, a pesar de cruzarse con gente, nadie le saludaba así y mucho menos decían su nombre. Además, a ella también le daba vergüenza saludar, y normalmente al cruzarse con alguien agachaba la cabeza para evitar el saludo. Sin embargo, ahora sentía unas ganas enormes de hablar, de relacionarse. Se sentía diferente.

Al llegar a la escuela, todos le recibieron efusivamente: compañeros, profesores... Lejos de regañarle por llegar tarde, le recibieron mejor que nunca.

- ¡Pasa, Margarita! ¡Siéntate a nuestro lado! ¿Necesitas algo? - le decían una y otra vez.

Ella era una chica tímida, que casi nunca hablaba con nadie, así que le resultaba extraño que todos fueran tan simpáticos con ella. Pero estaba a gusto. Se sentía el centro del mundo, una persona importante, y le gustaba esa sensación. Entre tantas atenciones, no echó en falta a su hermana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario